El 7 de noviembre de 2019 fue encontrado en Barcelona el cuerpo sin vida de Omar, un joven de Guinea Conakry que vivía en un centro de menores desde que había llegado a España unos meses atrás y que, pese a manifestar que tenía 17 años, fue sometido a una prueba ósea que determinó que era mayor de edad. Omar fue expulsado del centro y unos días más tarde se quitó la vida.
La ONU y varias organizaciones han rechazado el uso de estas pruebas por ser invasivas y tener un elevado margen de error, no obstante en España se siguen usando de manera habitual.
El caso de Omar es solo la punta del iceberg que destapa la violencia estructural y el racismo que sufren a diario los niños extranjeros que llegan a España.
La ONU y varias organizaciones han rechazado el uso de estas pruebas por ser invasivas y tener un elevado margen de error, no obstante en España se siguen usando de manera habitual.
El caso de Omar es solo la punta del iceberg que destapa la violencia estructural y el racismo que sufren a diario los niños extranjeros que llegan a España.
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