Cuando la Fundación AFAL obtiene la tutela de los ancianos, los traslada a la residencia Eulen Santo Domingo, donde pagan una mensualidad más cara que el resto e incluso podían estar mal atendidos. El trabajador social que se ocupa de visitarles durante años denuncia que vivían de la caridad, e incluso, se veían obligados a ponerles ropa de personas fallecidas.
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