Gonzo, acompañando en su viaje a los refugiados desde Macedonia, llega a la frontera entre Serbia y Hungría, donde no les dejan entrar en el país. Allí, un joven que hace de intermediario con la policía húngara, les cuenta que tienen la posibilidad de ir hasta un campamento que está a tres kilómetros, pero si los agentes les cogen, volverán al mismo punto. En esta situación, los refugiados sólo tienen la opción de esperar información y que se les abra el paso hasta el centro de Europa. Además, la gente no quiere ir a un campo de refugiados, porque los registros podrían devolverles a Turquía. Finalmente, la presión de la gran cantidad de gente, consigue que el Gobierno húngaro abra la posibilidad de coger trenes hasta Austria y Alemania.
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