La Policía antidisturbos de Francia hizo uso de gas lacrimógeno y cañones de agua para intentar disolver a los miles de chalecos amarillos que salieron a protestar el pasado 8 de diciembre de 2018 en las calles de París.
Las autoridades habían cortado varias calles del centro de la ciudad gala con el objetivo de prevenir que se repitieran los episodios de la semana anterior, en la que resoltó dañado un monumento histórico y más de 130 personas fueron heridas.
Según Christophe Castaner, ministro del interior de Francia, más de 1.000 personas habían sido detenidas en todo el país durante la jornada de protestas.
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